“Hola, soy Matías, tengo 24 y voy en tercer año de periodismo. ¿Qué más puedo decir de mí?… Bueno, soy libra y soy VIH positivo. Me diagnosticaron hace un año en una campaña similar a esta que se hizo en Casa Central en abril del año pasado”. Así comenzó Matías Marín una charla que realizó a los estudiantes de la Universidad de Chile hoy por la mañana.
Cuando el Hospital Clínico de la U. de Chile realizó su primer operativo de testeo masivo de VIH en noviembre de 2017, Marín quiso hacerse el test rápido. Era gratis y la entrega inmediata, por lo que le pareció buena idea, más bien por prevención; pero cuando llegó al centro médico le dijeron que ya no había cupo, pues eran limitados.
Se fue, pero la idea de hacerse el análisis lo acompañó. Al concluir el año académico se fue de vacaciones y al volver a clases, la universidad anuncio que en abril nuevamente se realizaría la campaña. “Me puse de acuerdo con unas amigas para ir. Nos quedamos en la casa de una amiga que vive a cuadras de la Casa Central para llegar temprano y alcanzar números”, cuenta.
Los jóvenes sabían de las preocupantes cifras que se estaban dando a conocer con respecto al virus en el país. Según los datos de Onusida de julio de 2018, a nivel mundial los nuevos casos de VIH han disminuido un 18% en los últimos 7 años. Contrario a esta tendencia, Chile es uno de los 15 países en que los casos de VIH han aumentado en más de 50% en el mismo período.
Las cifras del Ministerio de Salud demuestran que mientras en 2010 se registraron 2.968 nuevos casos de personas contagiadas con el virus en Chile, en 2017, este número se elevó a 5.816, un aumento de 96% durante estos años.
Una pesadilla
Ese día viernes era el último del operativo y llegaron a las 8.00 por lo que lograron conseguir un cupo. Matías recuerda que le dieron el número 150 aproximadamente y que había mucha gente con la intención de hacerse el análisis. Recién a las 9.00 comenzó el proceso. Debieron esperar más de tres horas. Sin embargo, entre el desayuno y la conversación con sus compañeros, pasó rápido el tiempo. Eran las 11.00 cuando tocó su turno. Sería algo simple. Un pinchazo en el dedo y esperar un par de minutos. Era un examen de rutina, nada de qué preocuparse, pensaba.
Segundos después sentía que su vida se caía cuesta abajo.
–El resultado es positivo. Debemos ir a otra sala para realizar el test confirmatorio del VIH, dijo la enfermera.
-No recuerdo como caminé, ella me llevaba de la mano. Solo sé que cruzamos todo el patio que estaba lleno de alumnos, rememora Matías.
El estudiante se encontraba dentro del 1,5% de los resultados positivos que se presentaron durante la primera campaña en la que se llevaron a cabo 4.392 test rápidos entre 2017 y mediados del 2018.
Matías pensaba que era un sueño. Más bien una pesadilla. “La enfermera me llevaba, yo no iba caminando consiente de lo que estaba haciendo. Estaba shockeado y estuve todo el día así”, recuerda el joven. Y cuenta que debido a su mal estar debió quedarse en la casa de su amiga. “Recuerdo que despertaba y sentía que estaba en un sueño. Dormí todo el día. Despertaba y me ponía a llorar. No reaccionaba”.
Del llanto al activismo
Estuvo tres días igual, lloró por horas y estaba totalmente decaído. No tenía ánimo para nada. Hasta que decidió contarle por lo que estaba pasando a un compañero de universidad que trabaja en un colectivo de la diversidad sexual.
El universitario lo recuerda como un hito importante en su vida. Hace justamente un año atrás, el 16 de mayo del 2018, se juntaron a conversar. Ese fue el momento en que su amigo le confesó que él también padecía de la enfermedad desde el 2015 y se encontraba en tratamiento desde esa fecha. Dándole a entender que, a pesar de cargar con esa enfermedad, él podía llevar su vida adelante.
–Eso me ayudó un montón a tranquilizarme y cambiar la visión que tenía del tema. Y entender que es una enfermedad crónica más. El VIH en sí no te limita de hacer cosas. Pero exige respetar el tratamiento, explica Matías.
Y desde ese minuto, el joven se convirtió en activista.
Junto a dos amigos más de la universidad crearon el Circulo de Estudiantes Viviendo con VIH, el que hoy se conforma por alrededor de 30 alumnos de distintos establecimientos educacionales, incluso de regiones. Esto con el objetivo de conformar un espacio para que los jóvenes se desahoguen y se informen sobre los tratamientos y cuidados que deben tener.
Matías Marín hoy se dedica a motivar a los alumnos de su universidad a que se realicen el test rápido. Según explica, es importante conocer el diagnóstico de manera temprana “más que nada porque el VIH es una enfermedad crónica que no tiene mayores complicaciones si se trata a tiempo, por lo que es muy importante detectarla lo antes posible para evitar que las defensas bajen mucho y genere otras complicaciones y se contraigan otras enfermedades”.